Este verano de 2016 ha sido un gran año de magnolias y he
disfrutado mucho de ellas.
Por eso, he concebido este libro
dedicado a la flor del magnolio, un prodigio de belleza y fragancia que se
marchita en un par de días y es realmente un ejemplo de la transitoriedad de la
belleza, de la fugacidad de la felicidad.
El objeto del libro gira en torno
a estas ideas, ilustradas con unas acuarelas en las que el color nos va indicando
los cambios de la flor de forma muy suave, tenuemente.
Estas pinturas van acompañadas de
dos poemas:
El color de las flores
se va desvaneciendo:
Así pasa mi vida, vanamente,
envuelta en tristes pensamientos
viendo caer las largas lluvias
se va desvaneciendo:
Así pasa mi vida, vanamente,
envuelta en tristes pensamientos
viendo caer las largas lluvias
Flor de magnolia:
y todo su perfume
¡un solo día!
y todo su perfume
¡un solo día!
El primero es un tanka (una modalidad de poema tradicional
japonés, semejante al haiku, con dos
líneas más) de Ono no Komachi, poeta
japonesa que vivió en el siglo IX. Es una figura muy famosa en Japón, envuelta
en la leyenda, según la cual fue muy bella en su juventud, vivió en la corte de
Kioto, tuvo muchos amantes a los que rechazó y escribió una poesía amorosa muy valorada. Se
dice que al final de su vida regresó a su tierra natal, donde vivió en un
templo, sola, pobre e ignorada, aferrada al orgullo de su belleza juvenil.
Ono no Komachi inspiró también
algunas obras del teatro Nô y, en el auge del ukiyo-e (grabados japoneses sobre
madera en el siglo XVIII) su historia fue representada por varios artistas.
El segundo es un haiku de la poeta argentina María Santamarina, que tiene un libro
dedicado a esta forma de poesía.
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